METALLICA – 30 años del Black Album – Anécdotas por Daniel Renna

El pasado jueves 12 de agosto, se cumplieron 30 años de la edición del Black Album de Metallica. Amado y odiado al mismo tiempo, este disco fue el salto definitivo, el trampolín que los catapultó a una posición de privilegio en el mundo de la música pesada que jamás abandonarían. Daniel Renna nos retrotrae a esos años ’90 cuando Metallica se convirtió en la banda número 1 del mundo, cuando Hetfield y Cía visitaron Buenos Aires por primera vez en 1993, y el suplemento Rock de Primera llevó a 3 uruguayos a la capital argentina, no solamente para ver a Metallica en vivo, si no para conocer a los músicos cara a cara. Algo inédito para nuestro país en aquellos años, entre otras anécdotas. Además, la palabra de Marc Pagés, guitarrista de la mítica banda española Legion, quienes tuvieron la oportunidad de abrir para Metallica y AC/DC en el Monsters of Rock de Barcelona de 1991.

Humilde, a la vez que legendario – el logo de Vertigo siempre agrega mística allí donde aparece- Metallica, el Album Negro, fue publicado en Uruguay en formato cassette. Por escaso, hablamos siempre de reducidas tiradas. Eran los años de transición con el formato CD -el vinilo agonizaba- y si bien Metallica era un grupo bastante popular, no había masa crítica como para un lanzamiento digital. Quien quisiera una versión en otro formato, tenía que mirar hacia Argentina o Brasil. Mi copia en vinilo es la brasileña, orgullosamente comprada en la mítica tienda Crossroads. En cualquier caso, el licenciatario de PolyGram en Uruguay – EDISA- sabía que tenía material caliente entre manos.

El rock duro y el metal vivían un enorme auge a nivel mundial. Eran los meses de triunfo: entre Junio y Setiembre de ese año, Guns N’ Roses, Nirvana, Skid Row, Metallica y Van Halen habían sido Número Uno en USA. Creo recordar que el lanzamiento de Metallica en Uruguay fue bastante simultáneo con el resto del mundo, por lo que hablamos de Agosto, tal vez Setiembre de 1991, pero las sensaciones de euforia y sinergia eran palpables. El primer single fue «Enter Sandman», su clip fue estrenado en la TV por Alfonso Carbone en el programa Control Remoto, y no me impresionó demasiado. Ya habíamos escuchado estructuras similares como «Leper Messiah» o «Escape». Sin hacer un revisión crítica de Metallica aquí, mi percepción actual es bastante similar a la de entonces. Repetido hasta la saciedad, el argumento de que la simplicidad de Metallica es una reacción a los niveles extremos de complejidad de …And Justice For All, no termina de convencerme en su totalidad. Metallica es una decisión consciente, una inteligente lectura de los límites del thrash metal, con composiciones no siempre brillantes, con un sonido por primera vez espectacular, y una ambición imbatible en convertirse en la banda de metal más grande del mundo. Me alegré enormemente del resonante suceso entonces. Nuestros héroes estaban en la cima del mundo, y es improbable que haya una banda de metal que pueda ser alguna vez tan masiva, capaz de generar nuevos conversos en masa a la causa del metal. Metallica, el álbum, fue un éxito gigantesco, pero Metallica, el evento, fue el equilibrio perfecto entre un pasado legendario y un momento angular triunfal.


Además de difundir el álbum, la compañía local realizó cross promotions interesantes. La primera fue la presentación del disco en La Factoría, sala que se convertiría en la meca del rock y del metal de los 90s. En Noviembre de 1991, actuaban Chopper y los argentinos Lethal, y se aprovechó el evento para reproducir Metallica en su totalidad ante su nicho de público natural.

Entonces Metallica llevaban casi 3 meses de gira promoviendo su nuevo disco. Ya habían actuado en Barcelona junto a AC/DC, Queensrÿche, Tesla y los thrashers catalanes Legion. Marc Pagés, un viejo conocido del metal en Uruguay, actuó esa tarde. Cuatro días después, Metallica estarían en el legendario festival de Moscú, junto a unos emergentes Pantera, AC/DC y los Black Crowes. Para 1992, vino la gira con Guns N’ Roses, el tributo a Freddie Mercury en Wembley, y en Noviembre de 1992, Tabaré Couto cubrió el show en el Palau Sant Jordi de Barcelona para el suplemento Rock de Primera. Era la primera crónica de un medio uruguayo de la gira del Álbum Negro.


En Enero de 1993, comenzó la última sección de la gira de Metallica, llamada Nowhere Else To Roam, que los llevaría al Río de la Plata en Mayo de ese año. Metallica no actuarían en Uruguay, pero la compañía realizó potentes acciones. Sorteo y promoción multimedia – radio, TV, prensa escrita- concurso para ganar púas, fotos, cassettes, entradas al los conciertos de Buenos Aires, y la posibilidad de conocer a los músicos. Recibimos miles de cartas de todo Uruguay en Rock de Primera. Para medios seleccionados, el premio era poder ver el show desde el exclusivo Snake Pit, el inner sanctum del escenario de Metallica. Todo esto fue lo que pude vivir.


El 7 y 8 de Mayo de 1993, tras año y medio de gira, Metallica presentaban el Álbum Negro en el estadio de Vélez en Buenos Aires. Pude ver las dos noches, la primera desde el público, la segunda desde el Snake Pit, que era un espacio como para 40 personas, su suelo temblaba, y se estaba muy cerca de los músicos. La lluvia de escupitajos del público de las primeras filas hacia el snake pit sólo se calmó cuando empezó el show. Los set lists de las dos noches fueron bastante similares. Por primera vez en su carrera, Metallica proponían un espectáculo, en el que convivían monolitos de un pasado entonces reciente, y siete canciones desde Metallica: «Enter Sandman», «Sad But True», «Through The Never», «Wherever I May Roam», «The Unforgiven», «Of Wolf And Man», y «Nothing Else Matters», lo que dio riqueza a diferentes velocidades al show. En mi apresurada -y quizás demasiado extensa- crónica de los conciertos para Rock de Primera, emocionado decía que había sido el mejor recital de mi vida, cosa que a mis 25 años era bastante cierta. Nunca había visto nada tan gigantesco, espectacular e intenso. Sin embargo, lo verdaderamente memorable para mi, fue todo lo sucedido antes del segundo concierto.

El backstage de Metallica era una pequeña ciudad. Contrastaba la calma que reinaba, con el infernal ambiente que había en la cancha. Estaba lo más granado de la prensa musical de entonces. El Mariskal Romero de Heavy Rock de España, el Ruso Verea de Heavy Rock and Pop. Recuerdo ver muy emocionado a Osvaldo Civilie ser presentado a Metallica. Enorme humanidad, tanto la suya como la de Pappo, que estaba allí arropando a sus amigos Horcas, que abrirían las dos noches.

Quienes venían a saludar a la banda soporte, así como a los ganadores de los distintos meet and greets, incluido el de los fans uruguayos (Gabriela Vecino, Paul Labissier y Daniel Masciolino) eran Jason Newsted y Kirk Hammet. A varios metros, James Hetfield cenaba en una larga mesa con su crew, en la que pude reconocer al legendario técnico de sonido Big Mick Hughes. Luego de cenar, Hetfield se acercó al grupo y saludó a todo el mundo. Se veía franco, profesional, proyectando camaradería masculina todo el tiempo. Hammet y Newsted eran muy amigables y educados, le hacían preguntas a los fans y se mostraban interesados por lo que les decían. Si había que romper el hielo, lo hacían sin problemas.


Una vez terminada la sesión de fotos con los fans, pasamos a una sala -eramos Alfonso Carbone, Daniel Prosdócimo en la cámara y yo- donde esperamos a un locuaz y muy simpático Lars Ulrich.

Entrevista a Lars Ulrich publicada en Rock de Primera

La entrevista fue corta, apenas 9-10 preguntas. Recuerdo que la cámara de Prosdócimo no registró el audio. Cuando emitimos la entrevista en Ruta 66 TV tuvimos que sincronizarla con el audio de mi grabadora de cassette.


No se porqué nos quedamos allí tras la entrevista. En ese momento, nos dedicamos a investigar la sala de ensayo de Metallica. Me senté en la batería de Lars Ulrich, robamos alguna púa (había centenares de ellas) y palos de batería. Había ingente suministro de pastillas para la garganta, vendas, crema anti inflamatoria, toallas y muñequeras. Los amplificadores de Hetfield tenían aquella pegatina que rezaba “Kill Bon Jovi”.

Alfonso Carbone, James Hetfield


En un momento dado, entra Kirk Hammet y comienza a tocar. Nosotros estábamos en el sofá donde habíamos entrevistado a Ulrich. Hammet nos ignoró y siguió tocando. Prosdócimo, dejó su cámara encendida en el suelo, registrando todo. Minutos después, entró Hetfield, y se sentó en la batería donde yo había estado minutos antes. Comenzaron a tocar «Sabbath Bloody Sabbath» y «Snowblind» de Black Sabbath, «Mama Kin» de Aerosmith, y algún que otro blues. Como un torbellino, se sumó Jason Newsted y arrancaron con «Superstition» de Stevie Wonder y «Are You Gonna Go My Way» de Lenny Kravitz, que Newsted no conocía en su totalidad. Todo delante de nosotros, que no proferíamos palabra. Antes de presentar el Álbum Negro ante 45.000 fans argentinos, Metallica actuaron ante 3 atónitos periodistas uruguayos. Minutos después, estaban comenzando el show con «Enter Sandman».

Daniel Renna

Legion de España, soportes de Metallica. Por Marc Pagés, guitarrista de Legion.

“Me convertí en fanático enfermizo de Metallica en el 84 cuando cayó en mis manos el «Ride The Lightning» disco que cambió mi vida musical de arriba abajo. Ahí se acabó la NWOBHM para mí. Y cuando me enteré, – no sé cómo por aquel entonces- que tocaban en Bélgica en el Heavy Sound festival junto a Motörhead, Mercyful fate y Barón Rojo ese mismo año, gasté todos mis míseros ahorros en un billete de bus, llegando el día anterior sin entrada. Por suerte la venta anticipada no era algo común entonces y se compraba mayoritariamente el mismo día en la taquilla. Fue la primera vez que salía de España a ver un festival… menudo bautizo. Esa experiencia me convirtió en el demente que soy hoy en día…

Después de mi incorporación a Legion, me dijo su mánager, Braulio Paz, que tocábamos junto a AC/DC y Metallica en el Monsters Of Rock. Lo primero que pensé fue: “¡Joder, menudo bautizmo!”. Durante un mes, sin descanso, iba cada día a Vilassar a ensayar un mínimo de seis horas. Engrasamos bien la máquina. Llegó finalmente el día: aquel 24 de septiembre, salí de casa con mi guitarra, cogí el metro, y caminé toda la subida de Montjuïch. Llegué al Estadio Olímpico, con mi Jackson, hasta la puerta del backstage. Los seguratas, al verme llegar a pie y totalmente sudado, pensaron que era un colgado, así que no me dejaron entrar. Les dije: “¡Soy de uno de los grupos que tocan!”. Se reían, así que me senté en el pasto, bajo un sol de justicia, a esperar, hasta que llegó el manager y lo solucionó todo. De aquel día recuerdo algo en concreto, algo en especial en el momento antes de salir a tocar: nos vinieron a buscar los organizadores, y salimos de los camerinos al escenario. Todos los que estaban a nuestro alrededor, estaban en silencio y nos miraban: los roadies, los currantes, los de producción,… ¡Todos! Pensé: “Somos el centro de atención: deben pensar que somos importantes. Así se deben sentir Metallica cada vez que van a salir a tocar.”. Fue la única vez que me sentí como un todopoderoso rockstar: solo fue una sensación corta, de apenas 60 segundos, pero algo es algo. El caso es que al llegar al escenario, flipé. Había como unas 30.000 personas, y la ovación fue impresionante. Yo llevaba una camiseta de Morbid Angel, como para decir a la gente: “Amigos, estos son los nuevos Legion: aquí solo hay violencia sonora ilimitada”. Entonces miré al techo, y encima de mi cabeza, a unos veinte metros, estaba la campana de AC/DC. Eso fue como la chispa que encendió la bomba: salí, miré a toda la gente, puse la quinta y me dejé ir. Por si aquello no fuera suficiente subidón, en pleno concierto, mire a mi izquierda, y en la mesa de monitores, a unos diez metros, estaba el mismísimo James Hetfield mirándonos. Estuvo casi todo el toque ahí. Después del show, Hetfield vino a felicitarnos, y en ese momento, cuando me dio la mano, pensé: “Marc… James, el Dios del Metal, el number one, te felicita, de músico a músico. «Ya no soy un fan: ya soy como él” santa inocencia…


Después del concierto, nos fuimos de fiesta, y apenas recuerdo nada más”.

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